Pepito Y Zapatitos en Los frutos mágicos

 


Zapatitos acudió corriendo al encuentro de la abuela Domi que la esperaba impaciente resguardada bajo el porche de la entrada de su casa. Las dos se fundieron en un eterno abrazo paralizando el tiempo a su alrededor y emocionando a los que presenciábamos la tierna escena. Las dos se adoran, eso es indiscutible. 

-Te quiero muchísimo, abuela. 

-Yo también te quiero mucho, querida- contestó la abuela haciendo desaparecer entre sus brazos a la pequeña. 

Domi guardaba con recelo, desde hacía ya algunos días, una sorpresa que quería compartir con sus nietos-siempre tenía una sorpresa para ellos- y aunque pensaba hacerlo más tarde, sus impacientes ganas no pudieron resistir la espera de ver la reacción de sus nietos al mostrársela. Pero Pepito tendría que esperar porque se había dormido profundamente durante el viaje… 

-Cierra los ojos- le dijo Domi a Zapatitos. 

Domi cogió con ternura la manita de la niña y las dos, despacio, se alejaron del porche bajando por una rampa hasta llegar a un huerto situado al final de una escalera. Por la rampa se llegaba antes. Papá y mamá miraban expectantes…-¿De qué se trataba? 

De repente, se detuvieron ante un árbol-aquel al que nunca antes se le había hecho caso-que ahora estaba repleto de frutos de color naranja que pronto comenzarían a caerse al suelo. 

-Ya puedes abrir los ojos querida- le ordenó con dulzura la abuela a Zapatitos. 

Zapatitos abrió los ojos de par en par, sin pestañear, más azules que nunca, hambrientos de curiosidad. 

-¡Sorpresa!- allí estaba, delante de ella. Un precioso y frondoso árbol lleno de lo que parecían pompas de distintas tonalidades naranjas. 

-¿Y esto qué es abuela?- preguntó Zapatitos- ¡Qué bonito! 

-¿Te gusta? 

-! Siiiiiiiiiiiiiiii¡- exclamó con entusiasmo. 

-Querida, te presento el árbol de los frutos mágicos. Como ves, todos son de un color naranja muy especial. Son muy suaves cuando los acaricias y también dulces y jugosos cuando se comen. Se llaman melocotones y con ellos he preparado un rico postre para hoy– escuchó Zapatitos atenta con mucho interés. 

Mientras todo esto sucedía allí en el huerto, Pepito permanecía todavía acurrucado en los brazos de mamá dormido completamente, ajeno a todo y abrazado a su osito de peluche de color marrón. 

-Yo quiero coger uno abuela. ¿Puedo?- preguntó Zapatitos. 

Con mucho mimo y cariño la abuela cogió una fruta del árbol con sus manos, la limpió refregándola contra su mandil y se la puso en las pequeñas manitas a la niña. 

-Cuídala mucho Zapatitos, porque los frutos mágicos pueden hacer realidad todos tus deseos. Sólo tienes que susurrarles. 

-¿Anda siiiii?...Pues quiero más, quiero más- gritó Zapatitos mientras lanzaba la fruta al aire y la volvía a coger. 

Zapatitos se paseó aquella mañana por toda la casa lanzando la fruta al aire, bajo la atenta mirada del abuelo. De vez en cuando, cuando ella creía que nadie le estaba mirando, se acercaba al árbol para ver si había caído algún fruto al suelo...Pero todavía era demasiado pronto. Así que cansada de ir y venir, decidió sentarse en el suelo apoyando su espalda en el tronco del melocotonero a la espera de que alguno de sus melocotones cayese bajo su cabecita. 

Entonces, recordó las palabras de la abuela. Inmediatamente, Zapatitos acarició su melocotón mágico, se lo acercó a su boquita y empezó a hablarle. Le susurró con cariño para que su deseo se hiciera realidad. 

-Escucha melocotón, se te vaya a olvidar. Quiero crecer rápido, muy rápido para poder coger más melocotones como tú y así ayudar a la abuela y a mamá a hacer ricos postres. 

Zapatitos, cayó dormida bajo el cobijo de aquel árbol que sin duda había escuchado su deseo. Mañana seguro que será una niña mayor. Por ahora, tan sólo toca esperar.

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